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Polvo de estrellas
Estaba sentada con mi trago en la mano, aturdida por la música y pretendiendo ser fuerte, como siempre, cuando lo vi a través del ventanal bajar escalón por escalón hasta llegar a su encuentro. Y fue como estar viendo una película que me tenía prohibido ver.
La había estado esperando por un rato ya. Primero afuera, al pie de la escalera, con sus ojos en el celular, tratando de no verse tan ansioso. Se notaba en la forma en la que se apoyaba en la columna que estaba pretendiendo casualidad.
Cuando la vio doblar yo pude ver la alegría en sus ojos destellantes en la oscuridad y hasta en sus movimientos, hasta en su manera de pestanear. Pero me sentí tan ajena que tuve que apartar la vista por unos segundos. Estaba presenciando un momento de intimidad que no me incluía.
Al subir juntos, él tenía un brazo pasado por sus hombros y los de ella colgaban apuntando al suelo, como desganada.
Lo vi dándole un beso en la cabeza mientras subían la escalera. Ternura plena transformada en un beso que venía desde el alma.
Ella ni se mosqueó y yo sentí que el corazón se me estrujaba dentro del pecho en dos segundos. Quise sentir ese beso y quise ser ella en ese momento.
Cierro los ojos, inspiro fuerte, me transporto y lo siento: ese acto de amor puro. Yo giro el rostro, abriendo lentamente los ojos y le sonrio de oreja a oreja. Me tiemblan las piernas.
Pero volviendo a la realidad, ella claramente no soy yo y él no es el que yo quiero.
Los dos protagonistas entran en la sala y se sientan en su mesa. Ella saca su celular y comienza a teclear frenéticamente. Él la mira como suplicándole atención. Pero sus ojos ya no brillan. Y yo siento pena. Me duele el corazón. Que paradójica la vida...
La había estado esperando por un rato ya. Primero afuera, al pie de la escalera, con sus ojos en el celular, tratando de no verse tan ansioso. Se notaba en la forma en la que se apoyaba en la columna que estaba pretendiendo casualidad.
Cuando la vio doblar yo pude ver la alegría en sus ojos destellantes en la oscuridad y hasta en sus movimientos, hasta en su manera de pestanear. Pero me sentí tan ajena que tuve que apartar la vista por unos segundos. Estaba presenciando un momento de intimidad que no me incluía.
Al subir juntos, él tenía un brazo pasado por sus hombros y los de ella colgaban apuntando al suelo, como desganada.
Lo vi dándole un beso en la cabeza mientras subían la escalera. Ternura plena transformada en un beso que venía desde el alma.
Ella ni se mosqueó y yo sentí que el corazón se me estrujaba dentro del pecho en dos segundos. Quise sentir ese beso y quise ser ella en ese momento.
Cierro los ojos, inspiro fuerte, me transporto y lo siento: ese acto de amor puro. Yo giro el rostro, abriendo lentamente los ojos y le sonrio de oreja a oreja. Me tiemblan las piernas.
Pero volviendo a la realidad, ella claramente no soy yo y él no es el que yo quiero.
Los dos protagonistas entran en la sala y se sientan en su mesa. Ella saca su celular y comienza a teclear frenéticamente. Él la mira como suplicándole atención. Pero sus ojos ya no brillan. Y yo siento pena. Me duele el corazón. Que paradójica la vida...
Imagen: http://cruzarlapuerta.com.ar/
Que no se me escapen las ganas de despertar cada día viendo estas elevaciones que nos da la naturaleza en vez de edificios, de respirar aire tan puro que mis pulmones siempre quieran estar llenos, de patear cada calle de tierra, que mis piernas quieran seguir acumulando kilómetros y mis brazos quieran perderse en un abrazo, de sentir todo lo que puedo ser, sentir que me tengo y que tengo el universo...
“Man sacrifices his health in order to make money. Then he sacrifices money to recuperate his health. And then he is so anxious about the future that he does not enjoy the present; the result being that he does not live in the present or the future; he lives as if he is never going to die, and then he dies having never really lived.”
His Holiness the Dalai Lama.
No le temo a muchas cosas pero sí a que exista la mínima posibilidad de no poder ser feliz.
Me niego a no poder hacer justicia conmigo misma, cumpliendo mis sueños y no decepcionarme cuando mi vida terrenal esté llegando a su fin por no haber hecho lo sufienciente.
Recuerdo
como si hubiese sido ayer el día en el que de repente no te vi más y claramente
recuerdo el día de ayer. El día en el que nos volvimos a encontrar.
Se
preguntarán qué carajo estoy haciendo caminando sin rumbo bajo la mirada de
este cielo gris y llorón cuando en el departamento tengo a quien me hace querer
escapar de lo que me impongo a ser.
La verdad es que no sé si tengo una respuesta pero esto fue lo que
pasó: me desperté esta mañana sintiéndome terriblemente bien, como cuando estás
en total armonía pero presentís que es muy bueno para ser verdad y que no puede
durar por mucho tiempo más. Me quise estirar como todos los días pero un peso
sobre el estómago y las piernas me impedía moverme con libertad. Obviamente que
en esos cinco segundos de primera conciencia no me acordé quien era ese peso. Abrí los ojos de repente, como cuando te
despertás de golpe al sentir que te quedas dormida y ahí fue cuando me volvió
todo a la mente. Miradas, manos, labios, caricias, palabras, piel, risas,
suspiros, besos. Giré el rostro como para absurdamente confirmar mis recuerdos
tan recientes y ahí estaba, por supuesto, la razón por la que no me había
podido mover en el pasado y por la que tampoco podía moverme ahora.
Dormido
cual bebé estaba ese hombre que tantas veces imaginé ver así. Tenía la
expresión más linda, los pelos revueltos y la piel más acariciable del
universo. Pero aunque era un momento que siempre deseé vivir, con el que soñé y
por el que hasta lloré de rabia, me sentía ajena. Otra vez aparecieron las
malditas ganas de huir (las mismas que me hicieron llegar hasta acá en
definitiva) y ese sentimiento autodestructivo que me caracteriza.
¿Por
qué tan inoportuno? será que lo oportuno no existe y uno se lo tiene que crear…
Me
levanté suavemente y él sólo se volvió a acomodar para seguir en los brazos de
Morfeo. Algo me decía que no había dormido así en mucho tiempo.
Me
vestí rápidamente y salí sin mirar atrás.
Creo que si mi vicio fuese fumar lo estaría
haciendo en este momento. Me vendría genial algo así, como para tratar de
expulsar todo lo malo de mi cabeza, y corazón ya que estamos, con el humo. Pero
como no fumo, mejor camino tratando de huir de mis propios pensamientos que no
me dejan perdonarme.
Mi vicio no es algo tangible, sino, engancharme con hombres que nunca logro descifrar y por eso me intrigan. Y yo, enamorándome un día y desenamorándome al siguiente, sin dejarme querer, dejando que el miedo a ser vulnerable gane, sigo marcando el corazón con cicatrices.
Mi vicio no es algo tangible, sino, engancharme con hombres que nunca logro descifrar y por eso me intrigan. Y yo, enamorándome un día y desenamorándome al siguiente, sin dejarme querer, dejando que el miedo a ser vulnerable gane, sigo marcando el corazón con cicatrices.
Alérgica al cariño
Ella siempre a la defensiva, siempre alerta, siempre afilando la lengua y esperando atenta a saltar cual fiera.
El mirando, intentando, siempre a un paso de romper esa barrera invisible, queriendo ir lento pero seguro. Y aún no lo logra.
Ella y sus miedos, cómoda en lo cotideano de esas ganas de ganar pero que, por no ariesgar lo que no quiere pero conoce, termina perdiendo lo que necesita.
El cansado y con el ego herido. No quiere intentar más y está confundido. "Para qué sufrir más" y se va con sus ganas de querer a otra parte, se da vuelta y emprende viaje.
Ella de nuevo ve al amor dandole la espalda y se da cuenta de que es tarde...
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